Originariamente los incas fueron
un pequeño grupo de indígenas de habla
quechua que habitaban el valle del Cuzco en las tierras
altas de los Andes Centrales de América del
Sud.
Con una población estimada entre 5 y 10 millones
de personas, durante el siglo XV se consolidó
en el Nuevo Mundo una de las más grandes
civilizaciones del mundo y la mayor de todas las
precolombinas.
Parece ser que su nombre proviene del de su primer
conductor.
Ya en el siglo XI establecieron su capital en Cuzco,
la Sagrada Ciudad del Sol, y allí construyeron
grandes templos y fortalezas de piedra y adornaron
sus edificios con láminas de oro.
Hacia el siglo XV habían ocupado la mayor
parte del área andina que se extiende a lo
largo de la costa occidental de Sudamérica,
desde cerca del límite entre Ecuador y Colombia
hasta la zona sur-central de Chile, y también
la mayor parte de las regiones andinas de Bolivia.
Estos Incas lograron crear una estructura de gobierno
que pudo mantener unida esa vasta área y
fue capaz de obtener de ella los recursos necesarios
para sostener sus ejércitos de conquista
y un considerable aparato estatal.
Previa certidumbre de su lealtad, hicieron administradores
regionales a los ex-señores de los pueblos
conquistados pero se les negó toda independencia,
e impusieron por la fuerza la cultura inca, la lengua
(quechua) y el culto al sol.
El emperador inca fue el gobernador despótico
de una sociedad estratificada sólidamente,
una figura quasi-religiosa, y un descendiente del
dios-sol Inti. Debajo de él una clase noble
dirigía el Imperio.
En el año 1523 invasores españoles
al mando de Francisco Pizarro se enfrentaron con
los incas. Capturaron al emperador Atahualpa a quien
mas tarde dieron muerte, y tomaron el control del
imperio. Hacia 1570 el poderío indígena
estuvo aniquilado totalmente.
Los descendientes actuales de los incas, unos 3
millones de campesinos andinos, de habla quechua,
comprenden el 45% de la población del Perú.
Ellos prefieren pronunciar el nombre tradicional
como Inka.
Los incas no fueron innovadores: meramente expandieron
e intensificaron las prácticas existentes,
como las de la arquitectura.
Asimismo hicieron impresionantes construcciones
de depósitos según son ejemplos los
almacenes para alimentos en la ciudad administrativa
de Huanuco Pampa en el Perú Central.
Constituyeron una red vial de más de 15000
Km. de caminos, con centenares de postas y centros
administrativos, que les proveyó la infraestructura
esencial para las comunicaciones, las conquistas
y el control del imperio.
Para mantener la autoridad central eran necesarias
óptimas vías de comunicación.
Una magnífica red e caminos, que se encontró
y estudió en 1952-1953 merced a la aerofotografía,
vinculaba los diversos sectores del Imperio, muchísimos
puentes de piedra o colgantes completaban la red.
Un largo camino real atravesaba los Andes desde
los confines septentrionales del imperio hasta los
35° de latitud sur, en el actual territorio
chileno. La longitud de esta arteria principal se
calcula en unos 5200 km.
Una compleja red secundaria penetraba selvas, bordeaba
valles y ascendía, en algún caso,
hasta 5000 m. de altura.
Como los incas no empleaban vehículos, el
firme de estas rutas no precisaba ser muy consistente
-como en el caso de las calzadas persas o romanas.
Bastaba una superficie que permitiera transitar
cómodamente hombres y llamas. Había
señales establecidas cada 4.5 km.
Características:
Las dificultades que presentaba la construcción
de esas rutas eran considerables en razón
de lo abrupto del suelo, así como su aspecto
variaba según los lugares.
Eran lo más rectos posibles a fin de hacer
ganar tiempo a los viajeros y correos, y es por
eso que con frecuencia trepan las pendientes de
las montañas por largas y penosas escaleras
de las que los españoles se quejaban mucho,
pues los caballos se fatigaban subiéndolas,
perdían herraduras al golpear los escalones
con las patas y llegaban a lo alto de las cuestas
en un estado tal que eran incapaces de cargar sobre
el enemigo. Sin embargo, a veces el camino subía
en suave pendiente, abrazando los contornos de la
montaña.
En las regiones de áreas cultivadas, limitaban
el camino, pilares, postes o pequeños muros
para evitar todo deterioro de los campos por los
ejércitos en marcha.
Cuando las arenas llevadas por el viento amenazaban
cubrían la calzada, estacas fijadas en el
suelo indicaban el trazado y guiaban al viajero.
Y cuando el terreno era pantanoso, la solidez de
la ruta se aseguraba por medio de terraplenes. En
la costa, en en algunos lugares se plantaban árboles
y se excavaban cunetas al borde del camino.
El ancho de esas vías era muy variable, lo
que explica las divergencias de apreciación
de ciertos historiadores modernos: las llanuras
eran suficientes para permitir el galope de frente
de seis caballeros pero en los pasajes difíciles
de las montañas se reducía hasta un
metro solamente.
Pero esos estrechos senderos no eran los menos notables:
Para ejemplo mencionaremos el que aún une
entre sí las ruinas de las ciudades hace
poco descubiertas en la cordillera de Vilcabamba
y que conduce a Machupicchu. Está trazado
en el flanco de una montaña escarpada, pavimentado
con piedras chatas, cortado por numerosas escaleras
excavadas en las rocas o adosadas, sostenido en
muchos lugares por muros que alcanzan 4 metros de
alto y hasta pasa por un túnel de 5 metros
de largo que se construyó agrandando la hendidura
natural.
A lo largo de ciertas arterias importantes, sobre
todo en el Collao, hay mojones que indican distancias.
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