Mar
del Plata nació en una tierra de enormes y ya
legendarias estancias. Y como muchas de ellas aún
conservan el esplendor de otras épocas, se han
convertido en un destino que cada día atrae a
más turistas y visitantes. Ofrecen mucha calma,
confort y opciones para que toda la familia descubra
un mundo novedoso como es el del campo argentino.
En la región hay opciones de excelente nivel,
como la Estancia Santa Isabel, creada en 1888 por Eduardo
Martínez de Hoz. Está a 6 kilómetros
de la costanera, en la ruta a Miramar. Posee parques
enormes y frescos, instalaciones muy confortables, óptima
gastronomía y una rutina de diversiones rurales
que incluye cabalgatas y hasta excursiones de cacería.
El Casal, en la zona de Cobo, sobre la ruta 2, posee
piscina, ambientes de gran elegancia, arboledas centenarias
y 1500 hectáreas para descubrir a caballo o en
antiguos carruajes de tracción a sangre. También
esta la Estancia San Vicente, de la familia Balcarce
Soulas; su casco tiene dos plantas, piscinas y canchas
de tenis. La Trinidad, en Camet, recibe visitas los
fines de semana y ofrece salones de té, cabalgatas,
asados criollos y paseos a caballo.
La Calandria es una estancia con especialidades gauchescas.
Está en medio de cerros y lomadas de ensueño.
Nació en 1932, en plena belle epoque marplatense.
Hay parques y arboledas, cabalgatas, asados criollos
y música folclórica. Una novedad es La
Serranita: incluye bungalows, camping, pileta, restaurante
y deportes de aventura.
La misma calidez y tranquilidad ofrecen La Cautiva,
San Ignacio, Los Aromos, el country Marayuí,
La Peregrina, Malal-Hué y Laguna de Los Padres.
Con cascos coloniales o de reminiscencias europeas,
está decoradas con estilo glamoroso: hay jarrones
de porcelana de la dinastía Ming, obras y figuras
artísticas en ambientes y jardines, artesanías
en plata y cuero, gobelinos, opalinas y cristalería
del siglo pasado
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